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En nuestra empresa, queremos dedicar un espacio especial para reconocer y admirar la labor de Joan Escolà, un artesano cuya pasión y dedicación han dejado una huella imborrable en el campo de las miniaturas arquitectónicas del Pirineo.

Joan Escolà creó arquitectura en miniatura del Pirineo

Tenía una colección de más de 200 piezas de campanarios románicos, casas pairales, puertas, ventanas y eras de seis comarcas de montaña.

Tenía una colección de más de 200 piezas de campanarios románicos, casas pairales, puertas, ventanas y eras de seis comarcas de montaña.

Uno de los aspectos más característicos de los pueblos del Pirineo es su arquitectura, motivo que despertó la afición de Joan Escolà, que, en su taller de Sort, construyó reproducciones a escala de edificios y otros elementos de la arquitectura pirenaica en miniatura.

Una muestra de 65 piezas de Joan Escolà fue expuesta en el Archivo Comarcal del Pallars Sobirà, en Sort, desde el 30 de julio hasta el 11 de septiembre. Su colección particular constaba de más de 230 piezas, entre las cuales destacaban campanarios románicos, iglesias, casas pairales, eras, pajares, casas típicas, etc., que eran la base de una obra que impresionaba al visitante.

El trabajo previo de Joan Escolà comenzaba con un exhaustivo trabajo de campo, visitando lugares y rincones, fotografiando y midiendo hasta el último espacio del edificio escogido y levantando planos. Posteriormente, se llevaba a cabo una curiosa tarea de selección de la materia primera: piedras, tejas, pizarras y otros materiales de construcción. Seis meses más tarde, la obra estaba lista para exhibirse.

Con el tiempo, el artista perfeccionó su técnica hasta conseguir verdaderas copias de edificios, cuidando al máximo cada uno de los detalles y recreándose en los acabados de las balconadas, ventanas y portaladas. Así mismo, se aventuró a reproducir los murales románicos del interior de iglesias del Pirineo. Joan Escolà, padre del aparejador Rubén Escolà, fue miembro de la Asociación de Artes y Oficios del Alto Pirineo y Arán. Tenía esta afición artesanal desde pequeño y realizaba una dedicación más intensa desde hacía más de 20 años.

Escolà estaba muy satisfecho de la acogida, asistencia e interés mostrado por los visitantes por su obra expuesta. 

“La gente de Sort me ha dicho que esta obra no debería moverse de la población y, particularmente, pienso que debería estar expuesta permanentemente en un museo o espacio cultural fijo para dar a conocer mejor la arquitectura del Pirineo.”

Nació en Castellserà y se dedicó a la agricultura y ganadería hasta que se trasladó a Sort

Escolà llegó al Pallars hace 14 años y, desde entonces, se dedicaba a reproducir de forma reducida las casas típicas de montaña. Eran edificaciones que conservaban las paredes de piedra, puertas y ventanas de madera y tejados de pizarra. Construyó en su taller de Sort, unos 400 edificios entre casas, pajares, iglesias, ábsides y campanarios y un centenar de ellas estaban expuestas de forma permanente en la sala municipal de Ribera de Cardós.

El maestro Escolà dedicaba unas 6 horas diarias a esta tarea en su taller de Sort.

No se consideraba un aficionado a la maqueta, sino un constructor artesano miniaturista. Le encantaba esta dedicación donde encontraba paz, reconocimiento y gratitud y consideraba que cada pieza tenía su historia y él procuraba darle una nueva vida.

Joan Escolà mantenía unas relaciones espléndidas con el Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos, que apoyaron y difundieron su obra. Echaba en falta no haber podido llegar a ser profesor de un Taller de Enseñanza. 

Era, quizás, una de las obras que aún tenía por hacer, pero estaba esperanzado porque a veces tenía la ilusión de que siguiera el oficio, ya que le gustaba el trabajo, su obra, y si no, alguno de sus nietos.

De l'Urgell al Pallars

En el año 1992 decidió marcharse de Castellserà y establecerse definitivamente en el piso que tenía en Sort, para que su esposa superara problemas de salud que había tenido en el Pla. Como siempre le había gustado construir artesanalmente, una vez en el Pallars dejó salir lo que llevaba dentro con paciencia, imaginación y dedicándole muchas horas, comenzó a reproducir casas del Valle de Arán que le gustaban más que las del Pallars, que las encontraba más ásperas. Al revés que hoy.

Se prejubiló a los 59 años, trasladándose a Sort, y se dedicó a las construcciones manuales porque siempre, desde pequeño, le había gustado realizar esta tarea. Comenzó a crear casas con piedra y pizarra comprada, comprobando que se le daba bastante bien. Consiguió contactar con dos o tres tiendas que vendían cosas variadas, les oferio exponer las casas en miniatura qu iba haciendo y, poco a poco, se fueron vendiendo como souvenirs en el pirineo.

Un buen día en Vielha, mientras hacía unas fotos, una señora le dijo que le gustaba una casa que aparecía en la revista. Él contestó que la fotografía era de él y que le serviría de guía para construir la casa en miniatura.

La señora lo identificó como el autor de las casas que se exponían en Sort y le hizo ir hasta la puerta de Garòs, la casa de Gaspar de Portolà. Lo encontró difícil, pero la realizó con mucha ilusión y el resultado final, que gustó a todos, le dio un gran impulso.

Podía hacer una obra en una semana o en un año y realizó 19 exposiciones

¿Debía saber diseñar y dibujar? 

Sí, eso era muy importante. Por suerte, a mí siempre se me dio muy bien el dibujo, desde el bachillerato, siempre dibujé, hice un esbozo o tracé las principales líneas de las piezas, antes de comenzar a hacerlas.

¿Información y documentación de las obras? 

También, antes de comenzar, siempre procuraba documentarme lo más extensamente posible sobre la obra que iba a hacer. Por eso me gustaba tanto esta tarea. Era un aprendizaje diario. Cada día que hacía algo aprendía de ella.

¿Eran creaciones o reproducciones? 

Todas eran reproducciones. Lo que pasaba es que, generalmente, cada una llevaba algún elemento de creación propia incorporado. Aún así, procuraba que la obra acabada, en miniatura, se asemejara lo máximo posible al original en tamaño real.

¿Obras más destacadas y más difíciles?

El campanario y los ábsides de Sant Climent de Taüll. Tuve que buscar las piedras en los marmolistas y las tuve que construir pieza a pieza. Esto me hizo ir de cabeza. Además, tuve que tener constantemente en cuenta las fotografías y los planos para ir construyendo para que la proporción fuera la adecuada. Tenía que hacer alrededor de 5 visitas a cada edificación para reproducirla. Había una casa en el Valle de Arán que no me salía. Al tercer viaje, me di cuenta de que había una teja hundida y entonces la hice así, y lo conseguí.

¿Tiempo que invertía?

Como mucho, un año. Como mínimo, una semana.

¿Exposiciones realizadas? 

19 muestras, desde 1997. Expuso su obra en Castellserà (Urgell), en los Pallars, la Noguera, Barcelona, Francia, la Seu d’Urgell, el Valle de Arán y tenía la exposición permanente de Ribera de Cardós.

¿Coste de su trabajo? 

Cuando acababa una casa la entregaba a mi esposa y le decía: aquí tienes, otra que es tuya. Ella no las quería vender. Lo que pasaba es que había compromisos (amistad, parentesco o otros).

¿Qué opinaba su familia de su dedicación? 

Estaban encantados. Quizás mi esposa me encontraba a faltar a veces, cuando estaba en el taller.

¿Conocía a otras personas que estuvieran inmersas en esta tarea? 

Xavier Barrachina de Barcelona, mecánico dentista y orfebre. Pasaba los fines de semana en Sant Martí de Maldà, también dedicado a construir en miniatura.

Las puertas, una de sus obsesiones 

Joan Escolà tenía construidas unas cincuenta puertas en miniatura de todo tipo, estilos y tamaños y de diferentes lugares de las comarcas de Ponent. Principalmente del Pirineo, aunque también había reproducido algunas del Pla. 

Eran puertas de casas, de antiguos almacenes, de pajares, de cuadras y de otros espacios. La mayoría de ellas, muy antiguas, ya que correspondían a cerramientos que prácticamente estaban en ruina o de edificaciones en muy mal estado. Las puertas, para Joan Escolà, tenían un carisma especial. Representaban una antigüedad lejana y cada puerta decía algo del edificio en el que estaba adosada. En algunas de ellas, la falta de color era un elemento especial; en otras se notaba que el tiempo había pasado por encima de ellas.

Reprodujo puertas cerradas, abiertas, medio abiertas, sin nada, de dos hojas, con dibujos, aplicadas y ornamentales. Cada puerta, según Escolà, escondía un trozo de historia del edificio en el que se encontraba. Estas puertas las conservaba con peana. Incrustadas en material, enmarcadas con vidrio o enmarcadas con otros materiales.

"Me siento muy incentivado haciendo esta tarea y cada día aprendo algo de las reproducciones que hago"

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